Ayer en consulta con una paciente muy especial, surgió una analogía muy eficiente para comparar el clima en el que estamos actualmente en Bogotá y cómo este se parece a nuestras emociones.
Para el budismo existen 3 características comunes a todos los fenómenos del universo, los cuales he encontrado muy útiles en mi vida y en mi camino como terapeuta. Hablaré solo de 2 características. La primera es anicca o la impermanencia. Todo cambia permanentemente, y en realidad, la única constante en esta ecuación de la vida, es el cambio. Minuto a minuto, la luz cambia, esto lo entienden los pintores y los fotógrafos, las formas de las nubes cambian en milisegundos, incluso los físicos cuánticos explican que un momento presente, el presente sólo dura 3 segundos. Así mismo, en nuestro cuerpo, el recambio de todos los glóbulos rojos ocurre cada 180 días, lo cual quiere decir que estrenamos sangre cada 6 meses; las células intestinales que recubren todo el tracto digestivo, los enterocitos, cambian cada 5 a 6 días y la forma cómo nos sentimos en la mañana no es exactamente igual a como nos sentimos en la tarde, de un día para otro podemos experimentar alegría, tristeza, enojo, ansiedad, nostalgia, aburrimiento o frustración.
Ese cambio permanente ocurre también con el clima. En la mañana podemos tener un sol resplandeciente y a media mañana, un gran diluvio bogotano. Esto puede ocurrir repetidas veces en el día y por eso, no es raro tener unas gafas de sol al lado de una sombrilla en esta ciudad. Lo extraño de estos cambios del clima, es que nunca he oído al cielo quejarse porque llueve o alegrarse porque hace brillar el sol, pero nosotros, los seres humanos, tomamos por sentado que nuestras emociones deben ser iguales TODO EL TIEMPO. El cielo se permite llover, el cielo se permite brillar, el cielo se permite estar gris, el cielo se permite renacer y morir cada día con el amanecer y el atardecer. Si nos permitiéramos nuestros estados de ánimo, en cada momento de nuestra existencia, enfermaríamos menos, porque lo primero que se estanca en el organismo, antes de manifestarse en el cuerpo físico es la emoción. Somos un reflejo del cielo y al igual que este podemos permitirnos el llanto, la alegría, sentirse aburrido o enérgico e inspirado.
La segunda característica de todos los fenómenos del universo es anatta o el no control. El cielo y el clima, no controlan llover o hacer salir el sol. Únicamente siguen un ciclo de amanecer y atardecer, día tras día, en pleno momento presente, donde cada minuto es el único posible para el día, porque no existe ni el anterior ni el siguiente.
Así que al final de la consulta, concluimos que las emociones, como el clima no permanecen igual todo el tiempo y no podemos controlar ni lo uno ni lo otro. Honrarnos a nosotros mismos y ser respetuosos con nuestras emociones, es una de las mejores maneras de amarnos.
Como le dije a mi paciente, no te vas a sentir así todo el día, así como no va a llover todo el día.