Desde que empezó a volverse viral (literal) esta pandemia, hemos aprendido que las fronteras del mundo son imaginarias, el virus no necesita visa, ni es de tercer mundo o primero, no discrimina entre raza, nivel social o estado nutricional. El virus es un manifestación de lo que como especie hemos generado: un ambiente de hostil, despiadado, aislado y lleno de sed de supervivencia individual, pensando en las cifras que pierde la bolsa o que las empresas no están facturando, las aerolíneas que están en crisis o los viajes que se cancelan.
El Coronavirus está en medio del mundo, encima de él, traspasando cualquier creencia de control o predicción que cualquier científico pueda hacer. ¿Qué podemos aprender de esta situación? Los 3 fenómenos de la Tradición Budista son la Impermanencia (Anicca), el No control o Insubstancialidad (Anatta) y la Insatisfacción o “Sufrimiento” (Duhkha). Estos 3 principios se reflejan en la situación que estamos viviendo como colectivo, porque si hay algo que viene a enseñarnos el virus, es que estamos realmente conectados en el planeta entero, no solo para globalización, para los viajes alrededor del mundo, para los mercados o para la economía. Estamos conectados porque somos la raza humana que se ha hecho daño en los últimos siglos. Perseguimos el deseo incontrolable y avaricioso de tener “más”.
Ahora que ocurre este virus en China y ella responde con todo su paternalismo imperial y como mandato entra en cuarentena, el resto de los países observamos cómo se expande el virus. Por primera vez vemos como lo que te pasa a ti, me pasa a mí, y así esté en la Cochinchina, me afecta. Entonces es cuando China, la tierra madre, el País del Centro, el Reino del Medio[1] nos enseña que no solamente tenemos nuestras raíces genéticas como población en China, venimos de China pensando en los primeros pobladores que se desplazaron para explorar el mundo hace miles de años. Todos somos China, somos un solo Reino, el Reino de los humanos que en este momento histórico estamos buscando cuales son las opciones que nos harán sobrevivir a nosotros mismos. Ahora más interdependientes que nunca, somos más humanos y nos necesitamos más, todos más que nunca necesitamos que todos tengamos la mejor opción de sobrevivir y salud posible.
Estamos en crisis de triage de guerra, donde se salvarán los de mayor probabilidad de supervivencia y no el más grave. Este momento histórico, el Coronavirus nos enseña el No Control (Anatta): no tenemos control sobre el comportamiento del virus, ni de su cura, de los infectados, ni de los más graves, ni de los que vayan a enfermar. Novedoso e incierto es el comportamiento de éste virus, como lo es todo en nuestra vida. Creíamos que teníamos planeado el año, la proyección empresarial, el presupuesto anual, los viajes del año; ahora todo ha cambiado, por un patógeno que no podemos ver, oler, sentir o tocar… simplemente está omnipresente.
Nos enseña la Impermanencia (Anicca): NO VA A DURAR PARA SIEMPRE, NO VA A DURAR PARA SIEMPRE, NO VA A DURAR PARA SIEMPRE. Al menos no la pandemia, es una realidad que como cualquier otra enfermedad existente tenemos el riesgo potencial de adquirirla en algún momento. Estos momentos que estamos viviendo de zozobra, de miedo, de pánico, de usurear por un tapabocas o doparnos con vitamina C y Zinc, se acabará. Todo cambia, todo se acaba, es la ley de la existencia: inicio, duración y cese. Este momento va a terminar. Atravesarlo con miedo o con calma es tu elección porque igual está ocurriendo y debemos optar por la cuarentena, optar por la calma, optar por volver a estar en casa, a reconciliarnos con el hecho de quedarnos quietos. Hemos sido nómadas asentados por comodidad y ahora por mandato de un virus de la realeza que nos enseña que no es nuestra pequeña voluntad humana que tiene la última palabra, sino los condicionantes externos que tienen un mensaje para mostrarnos.
Nos enseña Insatisfacción (Duhkha): es inevitable que este momento de la vida no nos esté incomodando. Nos ha cambiado el plan, nos ha hecho confrontarnos con la amenaza de morir por falta de aire o por no poder ser atendidos en un hospital por colapso del sistema, nos ha mostrado lo incómodo que es no poder salir sin tener miedo, más del que ya tenemos como país golpeado por la violencia y la inseguridad. La insatisfacción de no saber si por los actos irracionales de otros ciudadanos no tengamos papel higiénico o mercado en casa, incomodidad de no saber qué poner a hacer a nuestros hijos, o como organizar desde casa las actividades del trabajo o si va a haber suficiente para todos cuando la crisis pase su punto más alto. Sentir insatisfacción es una de las realidades de esta existencia, incluso sin coronavirus: tener hambre, sueño, cansancio, desear tener más, no tener pareja, tener pareja y la dificultad de la relación, la relación sin sanar con la mama o el papa, las deudas, la incertidumbre, la falta de realización…
El Coronavirus ha llegado para generar un cambio en la atmósfera del planeta. Cambiar el aire que respiramos y hacernos conscientes de nuestra vulnerabilidad como especie y lo cambiante que es el futuro. Crear un clima de hermandad, compasión, cuidado de sí y cuidado del otro, es una de las fórmulas que podremos ver en el largo plazo de esta crisis mundial. Está bien sentir impotencia, está bien sentir miedo, está bien sentirse vulnerable. No está bien difundir miedo, transmitir pánico, usar mal el tapabocas o aconsejar mal a los más vulnerables. Cambiar el ambiente hostil por dulzura y bondad amorosa, un ambiente con calidez humana, integrado y unido, con la sed de vivir en un colectivo de hermandad, pensando en la cifras que crean bienestar para todos y cómo las empresas generan planes de contingencia ante la crisis y salen victoriosas, cómo los viajes terrestres y aéreos cobran una connotación de flexibilidad en el cambio de planes.
Así es como reconocer que estas enseñanzas podrán crear paz en la mente, es la invitación ante estos tiempos de incertidumbre. En ese espacio donde todo es desconocido, surge la magia. Sí creo que como sociedad tenemos esperanza, porque somos el fragmento de la divinidad que se manifiesta en sus mil caras y en sus mil universos. Lo que te pasa a ti, me afecta a mí, la luz que hay en mí, la hay en ti, la bondad que hay en ti, la hay en mí…ésta es la verdadera globalización, un planeta sin fronteras y nos lo demuestra un pequeño, diminuto e invisible virus de la Realeza, un tal Coronavirus.
¡Qué poderoso es aprender en la adversidad! A todos los seres, que estén bien, felices y en paz. ¡Qué la paz abunde en la mente de los hombres y el amor reine en el corazón de cada ser, que se selle la puerta donde se halla el mal y que seamos una sola raza!
¡Qué Así sea, hecho está, hecho está, hecho está!
[/et_pb_text][/et_pb_column] [/et_pb_row] [/et_pb_section]