EL CUERPO DEL DOLOR

  

La primepexels-photo-568027.jpegra vez que leí este concepto fue en un momento de intenso dolor, que se sentía más físico que emocional pero era todo lo contrario. Eckhart Tollé (n. 1948) renombrado autor alemán, ha lo logrado describir de manera simple cómo es que este fenómeno nos ocurre a todos los seres humanos.

El dolor en el cuerpo es una sensación subjetiva, objeto de estudio desde hace años y recientemente con más relevancia por el uso de medicamentos modernos para el dolor. Siempre me he impresionado con el dolor propio y el ajeno, incluyendo todos los seres sintientes, pero solamente hasta que he experimentado mi propio dolor es que he podido intentar comprender de qué se trata realmente.

El dolor se procesa en el tálamo, región del cerebro que evolutivamente quedó localizada dentro del sistema límbico, los cuales se encargan de las emociones y la memoria en general y de dolor. Es interesante como el cuerpo es una sola entidad, una unidad indivisible e integrada, que cuando sentimos dolor emocional, el cerebro lo registra como un dolor físico, exactamente como si tuviéramos una herida abierta y sangrante o una fractura. Se liberan las mismas sustancias de dolor (nociceptores), que se transmiten por los fibras A𝛿 y C, las cuales viajan por la médula espinal hasta el sistema nervioso central (SNC), para registrar el estímulo doloroso. Se requiere un tiempo para la reparación de las heridas. En lo físico, la herida, podemos verla, evidenciando cómo evoluciona día a día hacia la mejoría, pero el dolor emocional no podemos verlo y por eso creemos que no es igual.

El cuerpo del dolor es un término que explica la colectividad que nos une en el dolor y que tiene millones de formas. Todos hemos sufrido dolores físicos y emocionales. Tenemos memoria de ello, hemos sanado de alguna manera. Sin embargo, cuando la mente experimenta nuevamente el dolor, es como si el concepto del tiempo de la física cuántica, cobrara sentido. Éste explica que no existe el tiempo pasado-presente-futuro, simplemente es la relación espacio-tiempo que se curva sobre nuestro espacio interior y produjera nuevamente, el mismo dolor del pasado sin importar que hayan pasado miles de segundos desde el suceso como nuestra infancia, por ejemplo.

Más impactante aún, es el hecho de darnos cuenta que el mundo y la sociedad que nos “informa” noticias o nos cuenta las historias más aterradoras de los demás, conoce este concepto y nuestra capacidad de conectarnos con el dolor ajeno. Por eso nos impacta de tal manera las noticias de asesinatos, violaciones, injusticias entre otras atrocidades humanas. Nos conectamos con el cuerpo del dolor colectivo, que no es más que nuestro propio dolor del alma activado que se contacta con la vibración del dolor fuera de nosotros mismos y nos produce tanta empatía, que lo creemos completamente real.

La verdad es que al no conocer de este concepto, es fácil caer en la victimización, el juicio y la culpa, porque una vez activado el mecanismo de memoria y dolor, nos identificamos con esa sensación tan antigua y conocida por cada uno desde simepre. Identificarse con el dolor propio y con el dolor ajeno, es lo que mantiene vivo y le da fuerza al cuerpo del dolor. “No soy mi dolor, no soy mi drama, no soy mi tristeza, no soy la víctima, no soy lo que me está ocurriendo”. Si lográramos repetirnos esto cada vez que estamos ante la situación dolorosa, esta se desvanecería con una sutileza casi imperceptible. Pero esto último, requiere entrenamiento.

En la terapia con los pacientes, escuchamos todos los tipos de dolor físico y emocional, y podemos pasar de un paciente al otro, sin llevar el dolor del paciente anterior al siguiente, o incluso llevarnos este dolor para nuestra casa. Requiere entrenamiento, pero lo comparto porque en el mundo fuera de la terapia, se habla del dolor como lo más común, dándole fuerza a la historia donde la persona está mal, está triste, no puede superar el duelo o simplemente lleva muchos años con problemas de salud.

No hablar del drama para aumentarlo o para identificarnos con él es lo que podríamos hacer por el otro. Si la conversación va a traer paz, entonces podemos expresarnos. Si va traer angustia y preocupación, guardar silencio para no alimentar este monstruo invisible que es el cuerpo del dolor. El espacio interior y el ser que realmente nos habita, siempre encuentra la sabiduría para sostenernos a pesar del dolor que se siente real, sólo debemos confiar en que ES así. No es fácil, pero tampoco imposible, es simple, pero como todo aquello que dominamos, requiere entrenamiento.

Seguirán ocurriendo situaciones que nos prueban qué tanto nos conectamos con el cuerpo del dolor y que tanto podemos no activarlo en nosotros. Esta es una buena forma de saber cómo hemos avanzado en nuestro proceso de evolución personal y la verdadera forma de ser compasivos con nosotros mismos y con los demás… deseando que todos los seres siempre estemos bien, felices y en paz!